Verdad. Es la única cosa que no podrás cortar. Sujetando la canción, empujada a gritar. Es la canción de un dios, que ruge con maldad.
Primaveras, veranos, inviernos, y del otoño olvidarás
son esas putadas de triste gris, que en rabia tiñes de azul.
Coges las naranjas, y las arrojas al canal.
Ya me he olvidado de lo que soy yo, porque ya no sé que eres tú.
Trata las cuerdas como a una verdad. Es la única cosa que no podrás cortar.
Hoy es el dia. ¿Lo puedes sentir? Joder, dime como. Yo me perdí mientras veía.
Veía el cielo.
Oh Dios mio. ¿Es eso el infierno?
Hay dos maneras de soportar. Una es gritando.
La otra es hacerte gritar.
Es la canción del dolor. Y quien la grita por un momento
se olvida de lo que es el olor
de esas mañanas que rompiste
con pisadas de maldad.
Aplastando, con martillos de marfil.
Y ahora os pido, recordad:
Recordad el amarillo, el rojo, el añil,
recordad como nacísteis a partir de lápices
en colores desteñidos en abril
por ese otoño que nadie recordó sin tapices.
Hundíos en vuestra maldición. Para mí ya no hay salvación.
Nos vemos en el infierno, hermanos. Intercederé por vosotros
ante el cornudo cabrón.
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