Subí y vi. Bajé y comprendí. Y tras tantos meses observando a los luceros bailar, y ver a la Luna y al Sol bailar... me quedé mirando como el día comienza y los sueños se marchaban.
Y cuando debería haber seguido escribiendo textos tristes como un buen chico atormentado, un Lino ha venido del futuro, me ha mirado y ha sonreído. Y he comprendido.
Y si no lo ha hecho, si no ha venido ningún Lino, no pasa nada. Porque al menos sé lo que me habría dicho. No habrían sido palabras. No habrían hecho falta. Muchas frases habrían ido en una sola mirada.
Camino en un laberinto de momentos, pero cada vez que giro comienza un nuevo comienzo. Pero nunca encuentro el final. Camino hacia el horizonte y entonces encuentro otro. Todo parece tan sorprendente, y entonces descubro lo que sé.
La Luna sobre el océano se balancea alrededor, pero sin saber nunca la razón de su vuelo. La luna sigue moviéndose, las olas siguen agitándose y yo sigo caminando.
Me pregunto si las estrellas me mostrarán el camino de mi vida, y si brillarán lo suficiente para dejarme seguirlas. Miro a los cielos pero la noche está nublada. No hay brillo de constelaciones, no hay Vela ni Orion.
Las conchas sobre la arena caliente han tomado de sus propias tierras el eco de sus historias, pero solo escucho pequeños sonidos. Como palabras acolchadas tejiéndose, y las olas de los árboles se marchan, debería pensar que esto es solo un sueño.
Dejar el hilo del tiempo y dejarle hacer una oscura línea con la esperanza de que pueda encontrar el camino de vuelta al momento en que tomé la dirección que me llevó a comenzar un nuevo comienzo, aún en busca de una respuesta. No puedo encontrar el final. Puede ser un camino u otro. Debería ser un solo camino. Podría ser solo el reflejo. El camino que he tomado, el camino que estaba haciendo, podría estar comenzando, podría estar cerca del final.
Anywhere is.
Porque hay canciones para terminar.
Pero también las hay para continuar.